¿Quién
soy yo? Buena pregunta, pero lamento no poder ofrecer una buena respuesta.
Verás, yo soy un tipo cualquiera; como tú, como el portero de tu edificio, o
como aquel sujeto de la parada del autobús que se hurga la nariz como si
buscase petróleo, o la típica señora que voltea a ver el aparador de la tienda
y sujeta su bolsa, como si su dinero se fuese a escapar de ella por sólo mirar
los vestidos. En fin, cualquiera.
Nunca me he hecho el interesante, es
más, públicamente he admitido en más de una ocasión que soy un ser
aburridísimo, ni siquiera el más aburrido, sólo un aburrido más del montón, que
malgasta su vida en pequeñeces, como ver cada domingo el partido de futbol o
leer las noticias cada mañana en el diario. En fin, cosas que no implican
realmente ningún esfuerzo extraordinario, o digno de conmemorar en un
almanaque.
Me gano la vida como cualquiera, he
aprendido a sobrevivir haciendo un poco de todo, pero admito, sin ánimo de
soberbia, que mi último trabajo me tiene más que satisfecho. Sé que quizás mi
obra no pasará a la historia como lo “más grande” que se haya realizado, pero
estoy seguro de que hablarán de ella, al menos, por unos cuantos meses o años.
No fue fácil encontrar el escenario
y los materiales adecuados, pero creo que mi trabajo se ha acercado a la
perfección. No es arrogancia, aunque lo parezca, más bien es “honestidad
intelectual”.
Por años traté de hacerme de un
nombre, dejar de ser un tipo cualquiera y convertirme en un “artista
reconocido”. Cada día practiqué y experimenté con mi arte: “la escultura”, pero
jamás conseguí lo que buscaba; el bronce era demasiado frío, la madera insulsa,
el mármol impráctico, el oro, la plata y el cobre inaccesibles, y lo demás demasiado
simple. Por no mencionar el nulo apoyo de mis colegas, o del propio gobierno,
que de arte sabe muy poco y que le importa aún menos. Burócratas sin visión
cultural, pero hambrientos de dinero.
Curiosamente, eso me enseñó a ser humilde, y valorar
aquellos aspectos que antes me parecían demasiado comunes, como la piel o la
carne. Por lo que empecé con animales, pero mi obra ocasionaba precisamente
aquello que no quería: “repulsión”. Cada creación era aún mejor que la
anterior, pero aún así el resultado no variaba, y las pocas puertas que se me
habían abierto, comenzaron a cerrarse.
Entonces entendí que el arte no podía ser contenido en
museos o salas de exhibición. Por lo que empecé a presentar mis creaciones en
parques, sin fines de lucro e incluso, sin protagonismo. No me interesaba el
crédito, ya no, sólo quería compartir mi obra con el mundo, y eso hago hasta el
día de hoy.
Nunca faltaron los críticos y
moralistas, por no hablar de las autoridades, sobre todo cuando empecé a usar
carne humana en mis exhibiciones. Un recurso tan vasto y muy poco utilizado.
Algunos quizás digan que es un material poco duradero, y tienen razón, pero
sólo en lo físico, porque sé muy bien que mis obras permanecen en la cabeza de
todos aquellos que las han contemplado, quizás de por vida.
Ya ves, yo soy sólo uno más, un tipo
cualquiera, en cambio tú, bien puedes llegar a ser… mi obra maestra.
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