Ella
sueña con ballenas que navegan por el espacio infinito, entre un planeta y
otro, entre las paredes y el techo, entre sus retratos familiares y aquel ángel
andrógino; que vela su sueño con dulzura y deseo, mientras los cetáceos cantan
como ninfas que hicieran el amor con Dionisio y Apolo.
Ella sueña con cielos abiertos, como
océanos eternos, sin costas, montañas ni horizontes; cielos sin nubes, soles,
ni luceros, sólo la Luna, como un espejo silente, testigo y cómplice de su
vida, amores, desvelos y fantasías.
Ella sueña con relojes sin
manecillas, besos apasionados sin mentiras ni culpas, oleajes de espuma blanca
sin despedidas, melodías tormentosas sin nostalgia, despertares sin presiones
ni prisas, mensajes de amor sin reproches, ciudades azuladas sin calles ni
avenidas, luces sin bombillos, canciones sin finales, y farolas blancas en cada
esquina.
Ella sueña con jardines celestiales,
aves multicolores, lechuzas vespertinas, religiones sin deidades, mapamundis
sin letras, naciones sin banderas, trabajo sin rutina, en fin; fe sin ataduras.
Ella se sueña desnuda, entre suaves
sábanas de algodón y lino. Sueña con la frescura de la noche acariciándole su
cuerpo, el canto de las ballenas arrullándola en su lecho, las olas de sus
pensamientos reventando contra sus senos, y la fragancia de los rosales
endulzándole los sentidos, mientras tanto yo…
…sueño
con ella.
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