Jamás
había estado tan cerca de mi objetivo, sólo un poco más y el más peligroso
bandolero que jamás hubiese conocido este pueblo estará a mi alcance. Después
de múltiples asaltos, homicidios, pesquisas fallidas y emboscadas, por fin el
“Sangriento” responderá por sus crímenes.
La horca es lo mínimo que merece un
sinvergüenza como éste. Sus atrocidades son tantas que ningún juez se atrevería
a dejarlo ir, o ponerle una multa que no se pague con su propia sangre. Incluso
quizás hasta llamemos al ejército, para que organicen un fusilamiento público,
de tal suerte que los sobrevivientes de sus víctimas sientan un poco de alivio,
o al menos que se ha hecho justicia.
Una vuelta más y lo alcanzo. Mi arma
está bien cargada y él ya vació su revólver, y las huellas de su caballo son
más cortas, por lo que el cansancio ha de estar haciendo mella en su
rendimiento.
Ahora sí, no hay forma de que se me escape otra vez. Todos
hablarán de este momento como la noche en que el sheriff más valiente del que
se tenga memoria, atrapó al criminal más desalmado que hubiese nacido sobre
este planeta.
– ¡Juanito! ¡Ya bájate del carrusel!
¡Ya has dado como mil vueltas y están por cerrar la feria!
–Pero… ¡Mamá!
–Si quieres, mañana volvemos,
después de que hagas tu tarea y limpies tu cuarto. Pero ahora ya es tarde.
Muy bien “Sangriento”, tuviste
suerte esta vez, pero mañana ya veremos…
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