Orondo,
con paso firme y llevándose la mano a la billetera, un hombre llega al
mostrador de la juguetería más exclusiva de la ciudad, solicitando a la
encargada que le den la consola de videojuegos más potente y moderna que
tengan. Los ojos de la vendedora se iluminan y de forma expedita le enseña al
comprador el catálogo con todos los modelos disponibles; las mejores marcas,
colores, formas y equipos más sofisticados. Hasta que aquel hombre señala uno;
el más costoso de todos, el cual es solicitado al almacén y en cuestión de
segundos es presentado al caballero, quien sin chistear paga con una tarjeta
platino y se marcha.
Ya con la mercancía en su poder,
rostro impávido y sin prisa, camina hasta el estacionamiento, donde lo espera
su hijo, un niño de no más de seis años, quien aburrido ve cómo su padre guarda
el costoso regalo en la cajuela, se acomoda en la cabina y echa a andar el
vehículo.
Durante todo el recorrido no se
dicen ni una sola palabra; el padre conduce con determinación matemática y el
hijo bosteza frente al cristal de la ventana, hasta que el cielo se ilumina con
un colosal relámpago, que es seguido por un ejército de gotas de agua que se
precipitan contra la ciudad.
Rápidamente el tránsito se vuelve
lento; el padre se desespera y golpea el volante enfadado, mientras el niño
pierde su mirada en la gente que corre para guarecerse de la lluvia. En eso,
una burbuja de jabón, que pareciera desafiar la severidad de las ráfagas de gotas que se impactan contra el pavimento, flota
plácidamente hasta reventar contra la ventanilla del pequeño. Una niña y su
madre juegan haciendo pompas de jabón en la parada del trolebús, mientras el
resto de las personas lucen agobiadas por el congestionamiento vehicular.
Entonces los ojos del niño se iluminan y voltea a ver a su
padre.
–Papá…
– ¿Ahora qué quieres? –responde tajante.
–…nada –replica el niño, tímidamente. Luego vuelve la mirada
a la niña y a su madre, quienes siguen jugando con las burbujas de jabón, al
tiempo que él deja escapar una solitaria lágrima que seguramente no será notada
por nadie.
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