Ella
no sabe que desde el mismo momento en que decidió internarse en el bosque, su
vida pende de un hilo. Ignora que el crujir de sus pisadas, el aroma de su
perfume, e incluso el leve silbido del viento al cruzar por su melena, ha
cautivado la atención de un asesino.
Él la observa desde lo lejos. Poco a
poco todos sus sentidos perciben cada detalle, aroma y vibración que de ella
emanan. La ve caminando con firmeza, segura de sí misma, cargando en su espalda
una abultada maleta. Ya sus ojos se han llenado de su forma, pliegues y
sombras. Mientras su olfato yace pleno de su fragancia, suave mezcla de
perfume, sudor y adrenalina. Sus oídos han capturado su respiración, el
silencio de la noche, y sus latidos. Su gusto casi puede adivinar el sabor de
su carne; salado y dulce, como la sangre. Y su tacto está apunto de explotar
por el deseo de recorrer cada rincón de su cuerpo, hasta provocarle la muerte.
Ella no sabe que cada noche él deja
en su perchero el disfraz de hombre de bien; trabajador, respetuoso de la ley y
de las buenas costumbres, para convertirse en un sádico violador y asesino. Un
depredador insaciable. Un peligro que empeora cada luna llena, cuando el
influjo de su luz lo transforma, no sólo mental, sino físicamente, revelando su
verdadera naturaleza; sus manos dejan atrás el cuchillo y se convierten en
garras, sus piernas en patas, su boca en hocico, su cuerpo se cubre de pelo, y
aúlla a la luna como lo que en realidad es: “una bestia”.
Él sabe que ella no será su primera
víctima, ya antes ha matado, tanto con su disfraz humano, como con su piel de
fiera. Ella será sólo una más de una lista casi interminable. La bestia que
hierve en su sangre es sólo una herramienta, pues es muy consciente que él es
el verdadero asesino, mucho antes de haber sufrido su primera “metamorfosis”.
No todo es lo que parece, y hace más de veinte años él lo
vivió en carne propia, la noche que siguió a una mujer hasta ese mismo lugar,
en pos de sangre, gritos y placer. Pero antes de poder encajarle la última
cuchillada en su abdomen, ella lo sorprendió mordiéndole el brazo derecho.
Nunca antes había experimentado un dolor semejante, lo cual lo excitó más allá
de la locura, mientras la mujer se convulsionaba, como si fuese a explotar algo
desde adentro. Lo cual nunca salió, porque él le cortó la garganta de tajo y
bebió directamente de su traquea. Esa noche cambió su vida para siempre. Para
él fue un regalo del destino, que prolongó su salud, agresividad y condición
física. Mientras que para los demás, fue el inicio de la mayor racha de
desaparecidos y cadáveres mutilados, de la que hubiesen tenido memoria.
Ahora, él está listo; su instinto le dice que ya es tiempo,
sólo es cuestión de decidir quién atacará primero; el hombre o la bestia.
Lo que él no sabe es que la supuesta víctima ha estado
esperando este encuentro desde hace más de seis meses, y que lo que carga en
esa abultada maleta, es una letal moto-sierra, que piensa usar para matarlo a
él.
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