–¡¿Alex?!
¡Qué bueno que te encuentro! –dice una voz del otro lado del auricular.
–¿Miguel? Disculpa, no creo que pueda hablar ahora.
–No me hagas eso viejo, te he buscado desde hace más de una
semana, para que ahora me salgas con el cuento de que no puedes hablar conmigo.
¡Anda! Dime por qué no fuiste a la reunión que organicé con Genaro. Incluso
llevé a Marisa, mi novia, que es todo un bombón. Por cierto, él está muy
cambiado, ya ni lo conocía, pero por suerte él sí se acordó de mí, o habríamos
estado los dos peleando por la reservación de la mesa. Tremenda sorpresa la que
me llevé al verlo. ¿Recuerdas lo unidos que éramos cuando fuimos estudiantes?
Te esperamos los tres hasta la media noche, pero jamás te apareciste, ¿qué
pasó?
–No creo que quieras saberlo.
–¡Vamos! No me asustes. ¡Claro que
quiero que me digas! Los tres siempre fuimos muy cercanos y en verdad me
preocupó que no asistieras, después de todo, me habías confirmado tu presencia
un día antes. ¡Cuéntame!
–No insistas, te aprecio demasiado
como para arruinar nuestra amistad, por un error.
–Ahora
sí ya me asustaste. ¿Qué pasó? Sabes que siempre has podido contar conmigo, ¿no
es así? Somos amigos ¿no?
–Bueno, después no digas que no te
lo advertí. Sólo deja que te adelante una cosa: Jamás fue mi intención
lastimarte u ofenderte, de ninguna manera. Todo fue un error y ya. Un error de
una noche de copas, y nada más.
–Ahora sí que me tienes intrigado.
¡Habla hombre!, que ya me siento como en uno de esos programas de la
televisión.
–Dos días antes de la reunión acudí
a una fiesta con un grupo de amigos del trabajo. Ya sabes; licor, música y
mujeres. Ahí conocí a una rubia, alta, preciosa, de cabello largo, de piel
blanca como la luna y de labios rojos como la sangre; era divina, como salida
de una revista. Era notorio que no todo en ella era natural, pero aún así no
había nada que se le pudiera reprochar a su cirujano, porque tenía el cuerpo y
las facciones de toda una diosa. Además poseía los ojos más encantadores que
hubiese visto en mi vida, era graciosa, tenía muy buena conversación, en fin,
era perfecta. Al grado que no pude evitar convencerla para que fuéramos juntos
a un motel, y pues ya sabes, no creo que sea necesario describirte el resto.
Fue la noche más increíble de mi vida. Jamás me había sentido tan pleno y
vigoroso, en una relación que sabía que sólo sería de una noche, y nada más.
–¡Válgame! ¡Qué experiencia! Hombre,
pues te felicito, ya quisiéramos más de uno tener una noche semejante.
–Tal vez, pero estoy seguro de que
tú has de haber experimentado lo mismo, y en más de una ocasión, y con la misma
mujer.
–No te entiendo, ¿de qué estás
hablando?
–La noche en la que habríamos de reunirnos con Genaro, sí
acudí a la cita. Llegué al bar acordado, busqué nuestra mesa de siempre. Te vi,
y la vi a ella, a tu lado.
–¿Estás hablando en serio?
–La verdad lo lamento. No sabía que se conocieran o que
estuviera contigo. Es más, ni siquiera nos dijimos nuestros nombres, lo último
que me hubiese imaginado era que fuera Marisa, tu novia. Te juro que fue un
error, uno muy grave, pero sólo una equivocación y nada más.
–¿Marisa? No, viejo. Marisa es morena. Tal vez llegaste
cuando ella fue al baño a lavarse las manos. La rubia que estaba en la mesa
conmigo, era Genaro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario