No
entiendo porque todos nos piden que hagamos algo productivamente remunerado,
pero cuando buscas ese tipo de trabajo, no los hay, o eres demasiado joven,
viejo, inexperto o gastado. Por lo que no te queda más remedio que buscar “el
pan” en cualquier otra cosa, como vender “tacos de canasta” en la calle, tal
cual lo hago yo.
El trabajo es tan pesado como
cualquier otro, e igual de necesario, con la ventaja de que las pérdidas son
mínimas, dado que en el caso de que volviera a casa con mercancía, al menos
tendría garantizada la cena de esa noche. Por suerte, hasta ahora eso nunca ha
ocurrido, y el principal riesgo que he vivido ha sido la autoridad, la cuál a
veces me parece que preferiría que me dedicara a robar, antes que dejarme
trabajar sin su permiso.
No es una exageración, pero he visto
que los policías suelen poner más empeño en ahuyentarnos y quitarnos la
mercancía, que en atrapara a los verdaderos delincuentes. Como si trabajar de
esta manera fuese un delito mucho más grave que el inmoral saqueo del que
nuestro país ha sido víctima por décadas.
Entiendo la prohibición de las leyes
sanitarias, pero al menos yo soy muy cuidadoso con la higiene del producto que
ofrezco; desde la delicada preparación del guisado (a cargo de mi mujer), la
elaboración del taco, hasta el cobro y la entrega del alimento. Ninguno de mis
consumidores se ha quejado de nada, e incluso ya tengo clientes frecuentes.
Pero el problema es la policía, de
la cual siempre tengo que estar al pendiente. Ya que en más de una ocasión he
tenido que pedalear con fuerza, para alejarme de su alcance, antes de que me
confisquen hasta la bicicleta. Este mes me he salvado como quince veces, pero
por suerte hasta ahora no me han podido detener.
El sol está derritiendo el asfalto,
pero lo bueno es que ya me quedan muy pocos tacos para vender, y podré regresar
a casa para preparar la venta de mañana. Me ha ido muy bien e incluso tengo un
encargo grande para este fin de semana, y no puedo darme el lujo de quedar mal,
ya que es de uno de mis primeros clientes, y además me ha pagado por
adelantado. Sólo espero que sea el primero de muchos encargos de esta
naturaleza. Al fin el esfuerzo invertido está teniendo frutos. Igual y un día
dejo de ser informal y abro una “taquería”, con “todas las de la ley”, para
dejar de huir de la policía.
¡Pero ¿qué diablos?! El mismo
patrullero que me persiguió a pie la semana pasada está delante de mí, pero
ahora sí trae su motocicleta. Me ha visto y se sonríe, como si ver mi rostro
vencido le llenara de orgullo.
Viene hacía mí con una lentitud angustiosa,
pero esta vez no tiene caso correr. Justo cuando parecía que la vida me
empezaba a sonreír, viene este “perro” a ver “qué muerde”. Y lo peor es que
ahora sí traigo “carne”.
–Mira nada más ¿a quién tenemos
aquí? Parece que el “Coyote” ha atrapado al “Correcaminos” ¿no te parece? –me
dice con una sonrisa cínica y quitándose los anteojos, ante mi silencio.
–Así parece jefe. Tal vez sea verdad
eso de que “a todo pavo le llega su Navidad”, ¿no?
–Interesante punto de vista. Ahora
dime, ¿qué tal ha estado el negocio?
–Más o menos, como siempre. Aún me
quedan unos cuantos tacos de papa con chorizo y frijol con queso.
–Entonces no te ha ido nada mal.
Bueno, como bien dijiste: “a todo pavo le llega su Navidad”, por lo que espero
que tengas lo suficiente para cumplir con la ley.
–Y ¿cómo cuánto va ha ser?
–No sé, dímelo tú. Por el momento
dame diez “taquitos” de papa con chorizo, ya si me quedo con hambre, pues vemos
si me como el resto. ¿Los das a $3.00 pesos, no? Mira te doy $50.00, por lo que
pueda ofrecerse –me dice ante mi asombro, al tiempo que pone el dinero en la
cesta.
–Huelen riquísimos. Desde la semana pasada quería probarlos,
pero te fuiste tan rápido que me dejaste con el antojo. Por lo que tan pronto
te vi, me dije “ahora sí que no se me escapa este canijo”, y por lo que veo,
valió la pena esperar. Hasta huelen como los que hacía mi mamá cuando era
chico, ¿sabes?, ella también los vendía en la calle para ganarse la vida. ¡Qué
hermosos recuerdos me has traído! –agrega, mientras le inca el diente a uno de
los tacos.
–Y para colmo saben mejor de lo que huelen. Ni hablar
“campeón”, te has ganado un cliente –señala con la boca
llena.
Bueno, parece que la vida esta vez
no sólo me ha sonreído, sino que además me ha guiñado un ojo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario