–¿Mami?
Sé que no te gusta que te pregunte algunas cosas pero… bueno, hay algo que
realmente quisiera saber…
–Por favor Sara, ahora no, ¿qué no
ves que estoy ocupada y que ya casi tengo que salir a trabajar?
–Es una pregunta chiquitita, mamá,
¿sí?
–Bueno, ¿qué es lo que quieres
saber?
–Mamá, ¿por qué esa mujer que vemos
todos los días camino al colegio se pinta de esa manera tan exagerada, por qué
viste con esas ropas tan incómodas y por qué se queda parada en la esquina de
ese hotel? No creo que sea una mujer policía, porque dudo que quepa un arma en
un uniforme tan diminuto como el que ella lleva, o que siquiera pueda correr
con los tacones que tienen sus zapatillas. Tampoco creo que sea una periodista,
aunque la he visto interrogando a muchas personas. Pensé que podría ser una
vendedora, porque he escuchado en más de una ocasión que negocian con ella “la
tarifa”, pero no me imagino qué podría estar vendiendo con esas “fachas”.
Anda mamá, dime, no me mires con esa cara, no me dejes con
la duda. Te juro que si me respondes esta preguntita, prometo no volver a
cuestionarte por qué cada noche entras con un hombre diferente a tu recámara.
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