domingo, 20 de noviembre de 2011

Princesa

Hoy Paloma ha decidido ser una princesa. Ya dibujó un hermoso castillo en la pared, se colocó el saco de papá a manera de capa, y la diadema de mamá es su corona. Ayer fue una arqueóloga que buscaba tesoros escondidos en su armario, y el día anterior un temible fantasma, cubriéndose con una sábana blanca y asustando a todos en la casa.

La semana pasada fue una astronauta con ayuda de la vieja escafandra del abuelo, que era tan pesada que terminó sustituyéndola por una caja de cartón, con una ventanita cuadrada que le cortara mamá. Era como un nuevo amanecer pues habían pasado por un momento muy delicado, y era el primer día que ella se despertaba sin nauseas o dolores. Papá le había comprado una hermosa muñeca, pero ella se la cambió por una linterna y se aventuró al espacio profundo del ropero de mamá.

Aún no ha pensado que habrá de ser el día siguiente. Bien sabe que el mañana es una promesa que puede o no llegar a cumplirse. Aunque ésta ha sido una buena semana, o al menos no han vuelto los dolores, nauseas, fiebre y mareos que le producen la quimioterapia y el medicamento. A veces se pregunta si no habrá otro modo de combatir esa cosa que lleva consigo, para poder extirparla de una buena vez. A veces sólo abre los ojos por la mañana y disfruta de la luz de un nuevo amanecer.

A papá y mamá los pone muy contentos verla jugar de esa manera. Los juegos de su pequeña hacen que al menos un instante se les olvide la enfermedad, y puedan hacer a un lado la zozobra y miedo que asalta su corazón. La incertidumbre se pospone por unas horas y disfrutan a su pequeña, viendo cómo se divierte y aferra a la vida llena de magia, ilusión y fantasía. Están orgullosos del valor y madurez con la que su hija ha tomado las cosas, pues ella es conciente de su condición, pero eso no es un impedimento para ser feliz, al menos por este día.

            Hoy el sol brilla sobre su piel y mamá se le ha unido al juego. Por momentos es la reina, pero también le toca ser su dama de compañía y sierva, dependiendo de si la princesa quiere que le cuenten un cuento de hadas o tiene sed, y quiere que su dama de honor le traiga un poco de agua o le prepare un bocadillo. Papá las ve desde lejos para no interrumpir la ilusión. Aunque a veces se integra a la aventura, como ayer que la ayudó a escalar la pirámide más alta del Mundo Antiguo (donde guardan los álbumes de fotos y otros recuerdos familiares). Pero hoy prefiere verlas jugar y vivir el momento.

            Hoy ha decidido ser una princesa, pero también la realeza se cansa. Ya casi es hora de comer y de tomar sus pastillas. Hoy papá ha sido el cocinero real y la reina está preocupada por el estado en que le habrá dejado la estufa, pero no dice nada. Más tarde, cuando la princesa tome su siesta, habrá de despedir al cocinero y recontratarlo como mozo, para que le ayude a limpiar el posible desastre que haya dejado en la cocina.

            Hoy ha sido un buen día, como ayer y el día anterior. Ya mañana será otro asunto y otra promesa por cumplir. Por el momento, mamá y papá se reconfortan viendo a su princesa dormir, mientras el sol de la tarde tiñe de rojo el hermoso castillo que Paloma pintara en la pared. Ninguno de los dos quiere borrarlo o cambiar de tapiz, pero saben que su pequeña habrá de tener la última palabra, y en sus manos estará la decisión de dejar intacta su obra de arte, o pedir que se le ponga un lienzo nuevo, para que pueda trazar el escenario de la que habrá de ser su próxima aventura, si es que hay un nuevo amanecer para ella.

Por el momento sus padres están contentos por la mañana y la tarde que vivieron, pero se preguntan qué estará soñando su pequeña. Quizás en su mundo onírico también sueñe que es una princesa, o una hermosa hada de algunos de los cuentos que mamá le contara hoy. Tal vez nada de eso y sólo sueña con estar bien, al menos un día más. O quizás se formule una y otra vez la misma pregunta: “¿Qué querré ser mañana?”   

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