domingo, 20 de noviembre de 2011

Del otro lado del río

Del otro lado del río el cielo se despoja poco a poco de su manto de estrellas, dejando entrever sus cobijas negras, rojas, amarillas y azules, mientras los perros ladran al amanecer y el coyote regresa a su madriguera. Hace frío y por un instante pareciera que sólo el río está dispuesto a proseguir su incansable marcha, pero a lo lejos se puede escuchar el paso de los camiones de carga sobre la carretera, y un poco más cerca, retumba la máquina y el silbato del ferrocarril.    

Del otro lado del río se despierta el sol de un nuevo día. Los árboles yacen erguidos y rodeados de luz, mientras que en sus copas los gorriones hacen a un lado la pereza y le dan los “buenos días” a la vida. El pasto está cubierto de agua nieve, y los magueyes sudan gotas de cristal que parecen detener el tiempo en un suspiro… y luego mueren.

Del otro lado del río la silueta de una mujer deambula con ligereza sobre las filosas piedras del campo. Tras de ella va su rebaño y por delante el viento que flamea su pelo largo, negro e infinito, agitando por igual a las rugosas ramas, como a su blanco y translúcido vestido.

Del otro lado del río el águila ya ha emprendido el vuelo y se alza como un dios sobre las cabezas, copas y cimas, dejando a sus pies el cuerpo decapitado de una serpiente de cascabel que se seca sobre un nopal rebosante de tunas.

Del otro lado del río la dama de blanco sigue su camino por la ribera, a la cabeza de un rebaño de almas que la sigue como un barco al faro, como la noche al día, y como la muerte a la vida.

Del otro lado del río ha empezado el deshielo, los campos verdes se llenan de chapulines y escarabajos que emergen de la tierra, mientras que aquí es el frío el que hace crujir por igual a la piedra como a los huesos.

Del otro lado del río un sin fin de aves danzan en un cielo cada vez más claro y brillante, mientras que aquí se queda la noche eterna y el silencio.

Del otro lado del río florece la vida como lo ha hecho por siempre, mientras que de este lado, entre susurros, lamentos, lápidas sin nombre, monumentos olvidados y jarrones vacíos, los muertos esperamos que la dama de blanco nos guíe con su luz… hacia el otro lado.

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