miércoles, 30 de noviembre de 2011

Desierto

Despierto en medio del desierto, no sé dónde estoy o qué hago aquí, incluso ignoro quién soy. Parece que está oscureciendo, o quizás está por amanecer, no estoy seguro, pues me arden un poco los ojos y tengo la vista nublada. Traigo puesto un uniforme militar, no sé cómo puedo reconocer eso, pero parece que es de lo único que tengo certeza, además de la sed.

Me duele el cuerpo, pero no estoy herido o lesionado. Quizás sólo sea cansancio. Me incorporo y cada uno de mis huesos cruje y se acomoda en su sitio. Ignoro por cuánto tiempo he estado en este lugar o qué día es, pero sé que aquí parado no obtendré las respuestas que busco.

No sé qué dirección tomar, no hay estrellas en el cielo y tampoco parece correr el viento.., es casi como si el tiempo se hubiera detenido. De hecho apenas logro escuchar mis latidos. Si no fuera porque me duele cada parte de mi cuerpo, creo que no dudaría ni un segundo en asegurar que estoy muerto.

Camino sin rumbo por las dunas, mis pisadas se entierran y cada vez me cuesta más trabajo dar el siguiente paso. No creo salir vivo de ésta, pero no me rendiré, al menos que ya no pueda más.

Volteo la mirada, sólo para constatar que la arena se ha tragado mis huellas, por lo que más me vale no perder el rumbo, o terminaré caminando en círculos.

Más adelante, me parece que he visto una luz, una lámpara o quizás una fogata. Ese brillo es suficiente para inyectarme energía y seguir mi camino, ahora con una dirección determinada. Cada vez estoy más cerca y sólo espero que en ese lugar pueda encontrar a alguien que me ayude a salir de este sitio, o al menos que me haga compañía en este Infierno.

No puedo dar ni un paso más, pero al fin llego a mi destino. La arena en mis ojos y la oscuridad parecen haberse confabulado en mi contra, pues casi no logro distinguir nada, salvo la luz de la fogata.

No estoy solo; algo en el ambiente ha cambiado, por lo que sigo avanzando, pero me tropiezo, no sé con qué, parece un bulto, pero no.., es un cuerpo.., un cadáver. Me cubro la cara con las manos y cuando las retiro, me doy cuenta de que no es el único, de hecho estoy rodeado de ellos.

No sé si agradecer o maldecir el que mi vista se haya decidido a cooperar. Porque la escasa luz me deja ver que todos visten uniformes como el mío, y parece que fueron acribillados mientras dormían.

¿Quién pudo haber hecho esto? La cabeza me da vueltas, y como destellos, poco a poco vuelven los recuerdos a mi mente.

¡Yo los maté! ¿Pero por qué o con qué? Cuando desperté, a mi lado no había ningún arma. Mis manos tiemblan y pienso que tal vez la arrojé en el camino, o se la tragó el desierto.

Entonces, simplemente pierdo la fuerza y me desplomo.

-II-

La luz del día me despierta, y la peste de la muerte me hace volver el estómago. El fuego se ha apagado y la hoguera sólo humea un poco. Trato de recordar lo ocurrido, pero no logro encontrar la razón que me obligó a matarlos a todos. Ya no quiero seguir con la duda, y busco desesperadamente un arma que termine con mi existencia de una buena vez.

No merezco vivir, no quiero seguir con la incertidumbre, y parece que al fin la suerte me sonríe, pues el brillo del cañón de una pistola impacta directamente contra mis ojos. El desierto no la ha devorado del todo y me apresuro a recogerla, para terminar con esta pesadilla.

Cierro los ojos, quito el seguro y aprieto el gatillo…          

-III-

Unos veinte minutos más tarde, un grupo de hombres montados a caballo llegan y se cercioran de la muerte de todos, entre ellos hay una mujer joven que grita:

            –¡Él es! ¡Él fue el que me salvó de estas bestias! ¿Pero por qué está muerto?

            –¿Estás segura que es él? –le pregunta el que parece el jefe del grupo.

            –Sí, los soldados me encontraron en el camino, me forzaron a irme con ellos, y me trajeron hasta este lugar. Aquí encendieron la fogata, extendieron sus bolsas para dormir, me amarraron a esa estaca y comieron. No sin antes amenazarme con violarme tan pronto descansaran un poco, incluso me dijeron que más me valdría cooperar, o me matarían. Hasta se jactaron de importarles muy poco si estaba o no con vida cuando abusaran de mí. Él trató de hacerlos recapacitar, pero no le hicieron caso, e incluso lo castigaron asignándole la vigilancia a él solo, mientras el resto dormía –dice la mujer.

–¿Tal vez los demás lo mataron por haberte ayudado a escapar? –inquiere otro del grupo.

            –¡No! Recuerdo muy bien que mientras todos dormían él me desató, y me preguntó si podía regresar yo sola a casa, le respondí que sí y entonces me pidió que me alejara de ahí lo más rápido que pudiera. En ese momento uno de sus compañeros despertó, sacó su arma, y cuando estuvo a punto de accionarla, cayó acribillado por la ametralladora de este valiente. Ante eso los demás despertaron, por lo que él tuvo que hacer lo mismo con ellos, luego me repitió que me marchara y él también se fue, pero con dirección contraria a la mía –responde ella.

            –Tal vez nunca sabremos qué fue lo que pasó después, pero el caso es que estos “perros” están muertos. ¡Vámonos! Dejemos que el desierto se los lleve al olvido a todos, con excepción de éste; a él lo enterraremos como Dios manda, esperando que encuentre paz en el más allá –dice el jefe y los otros asienten con la cabeza, mientras la mujer llora.

            Quizás ellos nunca sepan qué fue lo que ocurrió después, pero yo sí.., sigo sin recordar mi nombre o por qué mi unidad estaba asignada a esta zona, mas no creo que eso tenga alguna relevancia ahora…

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario