Roberto
y Mariana caminaban en la acera, cuando la pequeña detuvo la marcha de su
hermano, de manera abrupta con un grito.
– ¡Cuidado! ¡No lo vayas a matar!
– ¿Matar? ¿A quién? ¿De qué hablas?
–replicó el pequeño.
– ¡Al escarabajo! ¿Qué, no lo ves?
–respondió la niña, señalando al suelo.
– ¡Míralo! Es tan chiquito, pero
tiene un color verde tan brillante y hermoso, que hasta parece una joya. Te
aseguro que te habrías sentido muy apenado si lo hubieses pisado sólo por no
fijarte por dónde caminas –agregó Mariana, buscando comprensión en los ojos de
su hermano.
–Y ¿qué tal si este “bicho” lo que
quería era morir?
– ¿Pero qué dices? ¿Cómo una
criaturita tan linda quisiera terminar con su vida?
– ¿Qué se yo? Jamás he sido
escarabajo.
– ¿Entonces por qué dices algo tan
horrible?
–Yo no aseguré nada, sólo dije que
“tal vez” él quería que lo pisaran. Mira dónde está, la acera es estrecha y en
ambos lados hay pasto. Si yo fuese un bicho de estos, caminaría por el área
verde, y no me aventuraría por la acera. Al menos, claro está, que quisiera que
me pisaran. Ya ves lo que dicen nuestros papás, con respecto a no bajarnos de
la banqueta.
– ¿Y si él lo único que buscaba era
cruzar al otro lado, como la gallina del chiste?
–Quizás, pero él no está cruzando, de
hecho está parado a la mitad. Si alguien se detiene en medio de la calle, es
porque espera que lo arrollen ¿no te parece?
–Tal vez tiene miedo, porque hasta
hace un rato se estaba moviendo. Además ¿no crees que la muerte es un tema muy
complejo, como para que un bichito de estos lo comprenda?
– ¿Y acaso preservar la existencia,
no es una idea igual de compleja?
–No, de hecho en la escuela me han
dicho que todos los animales están dotados del “sentido de supervivencia”
–respondió la niña, muy segura de sí misma.
– ¿Incluso las moscas que se dan de
“topes” contra las ventanas?
–Incluso ellas. O al menos eso creo.
– ¿Y qué tal los niños que, pese a
la advertencia de los adultos, van tras la pelota, aunque la inconsciente bola
se atraviese a los vehículos en movimiento?
–Este... ¿tal vez?
– ¿Y qué hay de los adultos que se
llenan los pulmones de humo, aunque sepan que eso no sólo los daña a ellos,
sino a todos a su alrededor?
–Pues no sé, pero la verdad es que
no creo que este bichito sea tan “bestia”. Se ve tan lindo y elegante… ¡Oye! ¡¿A
dónde se fue?! –inquirió alarmada la pequeña.
–No sé, igual y llegó hasta el pasto
y se escondió bajo tierra, o eso que está masticando Nicolás, el gato de don
Genaro, no es precisamente una croqueta.
– ¡Diablos! Tal vez tenías razón y
este bicho se encaminó en la acera, con la única intensión de morir –dijo la
niña, con gesto desencantado.
–Tal vez para eso es que nos
encaminamos todos, ¿no te parece?
–Claro, digo, supongo. ¿Qué se yo?
Tú eres el mayor.
–Por otro lado, piensa en todas las
aventuras que aquel escarabajo vivió, antes de encontrarse con el bribón de
Nicolás –sugirió el pequeño, al ver el desánimo de su hermanita.
–Igual y en estos momentos se
encuentra enfrascado en una batalla contra las demás alimañas que ha de tener almacenadas
Nicolás en la barriga –agregó el pequeño.
– ¡Guácala! ¡No seas asqueroso! ¡Te
voy a acusar con mamá!
–Pero yo sólo trataba de… ¡olvídalo!
No tiene caso discutir contigo –remató el niño, con más impotencia que enfado.
Después los dos hermanitos retomaron
el camino, y se alejaron sin saber que el pequeño escarabajo yacía aferrado al
suéter de la niña, seguramente en pos de su próxima aventura.
¡Maravilloso!
ResponderEliminarGracias Amor. =)
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