Una mujer platicaba con una de sus amigas,
mientras tomaba el té, y su hijo pequeño se entretenía con un videojuego de carreras,
con los audífonos puestos y en medio de la sala.
–Ya
te cuento Margarita, no sé dónde habrá de parar mi Pilar, apenas quince años y
ya la sorprendí besuqueándose en la habitación con su novio, un “chamaco” sólo
un poco mayor que ella. La verdad es que esta juventud me tiene muy asustada.
Antes no hacíamos eso, o al menos éramos más discretas. Pero no sé qué tendrá
esta generación en la cabeza. Sólo viven para los placeres, pero tienen cero en
responsabilidad. ¿No te he contado de sus notas? Cada vez son más bajas. Y eso
me alarma.
–Así
son las niñas. No te preocupes María. Pilar es una buena muchacha, y ya verás
que sólo es un mal rato. ¿Acaso ya no recuerdas cuando teníamos su edad? ¿O cuándo
tú y Marcos…?
–
¿Qué? ¿Qué pasa Margarita? ¿Por qué te callas?
–Perdón,
pero es que ya no me acordaba de que Marquitos seguía por la sala. Y pues… no
quiero tocar ciertos “temas” que puedan ser… “delicados”, al menos delante de
él, ¿no te parece?
–No
hagas caso mujer, él está tan metido en sus juegos que podemos decir lo que
sea, o incluso desaparecer, sin que él se dé cuenta. Te lo voy a demostrar
–dijo María y se dirigió a la alacena, de la que extrajo una caja de galletas
con relleno cremoso.
–Marquitos,
hijito. ¿No quieres unas galletitas? Son de tus favoritas. Puedes comer las que
quieras –dijo María, mientras agitaba la caja, pero el pequeño seguía inmerso
en su juego.
–Ya ves. Así es Marquitos, al igual que su papá
cuando transmiten el futbol por la televisión. El único momento en que se
desprenden de la pantalla es cuando les da hambre, tienen sueño, o deben ir al
baño. Y desde que le compramos esos audífonos, es como si no hubiera niño en
casa.
–
¿Y no te parece que está muy pequeño para esos juegos?
–No.
De hecho éste es muy tranquilo, sólo hay carreras y autos, nada de peleas o
sangre. Porque hay otros que son realmente desagradables.
–Ya
me imagino. Pero bueno, ya que marquitos no escucha, te preguntaba si ya no te
acordabas de lo que hacíamos cuando teníamos la edad de tu hija.
–Claro
que me acuerdo. Si por eso me da miedo. No vaya a ser que esta me salga con la
sorpresa de que…
“Toc-toc”, “toc-toc”
– ¡Tocan! –señaló Margarita.
–Sí, ¿y ahora quién podrá ser? Perdóname, ahora
vuelvo –dijo María, y se dirigió a la puerta.
Poco
tiempo después, ella regresó, con un gesto enfadado y refunfuñando.
–Una vez más eran los evangelistas.
¡Esta gente no entiende! Les he dicho mil veces que no me interesa que me den
su información, pero no hay semana que no me vengan a fastidiar. A veces pienso
que lo hacen sólo para molestarme. ¿Pero en qué estaba? –inquirió María.
–En
que tienes miedo de que Pilar termine embarazada como tú a su edad –respondió
Marquitos, sin quitar la vista del monitor.
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