martes, 30 de octubre de 2012

El beso de la muerte



Un día la Muerte se aburrió de la soledad que poblaba su reino, de los segundos eternos y del vacío encerrado en su mirada. Sólo por un día quiso sentir el calor del sol, la frescura del agua y la independencia del viento. Por lo que dejó su cuerpo etéreo, se vistió de mujer y abandonó las tinieblas del olvido, para aventurarse a un reino que hasta entonces le era desconocido: “la Vida”. 

Aquella experiencia le resultó excitante. Por primera vez, la más eterna de las entidades, aquella que nunca hizo distinción entre lo mortal y lo divino, supo lo que era tener un cuerpo físico, plagado de sensaciones nuevas, sudores, aromas y palpitaciones. Nunca antes su reino le había parecido tan frío y desolado, ni la oscuridad tan intimidante. Sus ojos clamaban por un poco de luz, sus pulmones por la energía del cielo, su estómago por alimento, y su corazón por sangre.

Rompió el sello que le regalase alguna vez el Padre Tiempo, y abrió el umbral que la separaba de los seres vivos. Salió del abismo más oscuro del hades, y se encaminó a la vida, dejando tras de sí a las sombras del Tártaro, y una sola promesa: “volveré”. Algo que hasta la fecha no ha hecho. 

Desde entonces camina entre los mortales, como si fuera una de ellos; llora, ríe, sufre, goza, se enamora, odia, sueña, en fin, ha experimentado casi de todo.

Ahora ella ya sabe lo que significa sentir el calor del sol sobre su piel desnuda, la suavidad de la arena bajo sus plantas, la rebeldía del viento acariciándole el pelo, el sabor de los alimentos, el olor de la hierba fresca, el perfume de las flores al amanecer, el sonido de las olas, el canto de las aves, el crujir de las hojas secas bajo sus pasos, la textura de la madera, y el agua escapándose entre sus dedos, pero ignora el más preciado de sus dotes. 

Sin importar cuántos corazones toque, cuántas mentes altere, cuántos labios roce, ni cuántos cuerpos pruebe, sigue sin sentir aquello que muchas de sus parejas mortales han experimentado, muy a pesar de ellos; su propio veneno: “el frío beso de la muerte”.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario