martes, 30 de octubre de 2012

Vestida de blanco


Todo está listo para el gran evento; no hay asientos disponibles y está prohibida la entrada sin la invitación correspondiente. Hoy se celebrará la boda entre dos eternos amantes, que si bien han tenido sus desavenencias en el pasado, sus lazos siempre han sido más fuertes que la vida misma. 

No hay Dios que valide su encuentro, porque ninguno de los cónyuges profesa abiertamente su religión. Pero no hay duda de que más de uno habrá de testificar su unión, desde algún rincón olvidado, o en el salón de banquetes; donde nunca faltan los que no fueron llamados, ni los que siempre llegan tarde, con más de mil pretextos en la boca, pero ningún regalo entre las manos. 

Los invitados del novio han asistido puntuales, como era de esperarse, no sólo por la talla de la ceremonia, sino porque el prometido es el Tiempo. 

Pero nadie ha llegado por parte de la novia, tal vez por acuerdo entre ambos, ya que a ella no se le conoce ningún familiar o amigo, pero sí muchos amantes.

El salón resplandece y la muchedumbre guarda silencio, cuando la marcha nupcial resuena como pasos de gigantes, que silencian los suspiros y aceleran el pulso. 

El novio espera ansioso. Jamás un segundo le pareció tan eterno. Pero lo que ven sus ojos, cuando su amada ingresa con el velo blanco cubriéndole el rostro, es suficiente pago para esperar dos vidas enteras, o una lenta y dolorosa agonía.

Por debajo del velo sólo se distinguen los rasgos finos de una dama, y unos labios teñidos de sangre, que parecen invitar a probar de sus mieles, o dejarse atrapar eternamente entre ellos. 

Pero al develar su rostro, una mirada ausente y vacía, expresa la paz que va más allá de la alegría o la tristeza. Por lo que enseguida hipnotiza a todos, con su pálida belleza y angelical encanto. 

Los latidos se detienen, y entonces el Tiempo entiende que ella nunca podrá ser sólo suya, y que a lo más que habrá de aspirar, será llegar a ser uno más de su lista interminable de amantes. 

Aunque por hoy, la ilusión llene de fantasías sus anhelos, al ver a su amada Muerte llegar puntual, como siempre, pero sujetando un ramo de flores, vestida de blanco, y con su nombre entre los labios.      

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