Como es habitual a esta hora, el vagón está a
reventar de personas que parecen estar desesperadas por llegar a su destino,
encontrar un asiento vacío, o al menos un lugar donde completar su recorrido,
sin morir aplastadas por la multitud, que arremete como olas contra las
puertas. Ponen a prueba la ley del más fuerte y parece importarles muy poco si
en su afán de ocupar un espacio en el vagón, golpean, apachurran o lastiman a
quien sea. No estoy diciendo que sean malas, sólo afirmo que son “personas
desesperadas”, en una ciudad tan caótica y desesperante, que no nos invita,
sino nos “obliga” a manifestarnos de esa manera; olvidando que más allá de
nuestra piel hay otros seres como nosotros; con sueños, ilusiones, pesadillas y
objetivos; como encontrar un asiento vacío. Lo cual nos lleva al mismo
problema; somos demasiados y buscamos lo mismo.
¿Cuántos
de estos personajes, de los cuales ignoramos sus nombres, oficios e intereses,
se despidieron de alguien esta mañana? ¿Cuántos esperan con aplomo, o quizás
con ansias, que termine su jornada para regresar a casa? ¿Cuántos de ellos
llegarán a su destino? Y ¿cuántos más volverán a su hogar, o como llamen al
sitio donde se reencuentren con el sueño, una vez terminada su tarea? Tal vez
nunca más volveremos a verlos. Pese a que es posible que coincidamos
recurrentemente con varios de ellos cada día, quizás hasta que seamos nosotros
los que ya no estemos. Tal vez entonces es que hubiésemos querido saber un poco
más de ellos.
¿Por qué traerá esa chica los
cabellos azules? ¿Cómo se llama aquel hombre que despreocupado mira su imagen
en el cristal de la ventana? ¿En qué trabajará aquel sujeto de traje y corbata?
¿A qué hora despertará esa enfermera que parece una hoja a punto de caer al
suelo? ¿Qué tanto pensará aquél sujeto de la boina que no deja de observar a
los demás? En fin, tantas y tantas estupideces, que no lo parecen tanto al
voltear a ver el futuro en las pupilas de los otros.
¿A
cuántos les dolerá la cabeza, espalda o piernas? ¿Cuántos estarán deprimidos,
tristes, cansados, solos, aburridos, o simplemente serán gruñones por
naturaleza? ¿Cuántos tendrán alguna enfermedad grave, quizás sin que lo sepan?
¿Cuántos, aún gozando de una salud envidiable, más tarde se toparán con la
muerte, al encontrarse en el camino de la persona, o incidente, que habrá de
ponerle fin a su participación en esta absurda película?
Todos parecen estar esperando lo
peor, o quizás sólo estamos hartos de tantos apretujones, aventones y prisas.
Asfixiados entre humores y olores, sedientos de un lugar, ya no digamos un
asiento vacío, en esta multitud sin nombre que, como es habitual a esta hora,
parecen desesperadas por llegar a su destino, el que quizás no será el que
imaginaron al despertar esta mañana.
No lo sé, tal vez sólo están ahí
para atrapar mi atención, distraer mi camino, hacer menos pesada la espera de
llegar a mi destino, y en pago por sus servicios sea yo quien los atrape a
ellos; entre andenes y divagaciones al viento; vestidos de letras, párrafos y
palabras.
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