Ésta
es la increíble historia del general sapo, que entre otras cosas se jactaba de
ser el único capitán de toda la charca, en haber cruzado el mundo entero, sobre
un navío de papel, y una rama. Un honor que, para ser honestos, nadie le
disputaba. También afirmaba que en las noches de luna llena se transformaba en
“vaca”. –Dirás “toro” –corrigen algunos, pero no, él aseguraba que se convertía
en vaca; y mugía y mugía por los alrededores, con ganas de comer pastura y
flores.
Todos en la aldea se sentaban a su
alrededor, ansiosos de escuchar alguna de sus descabelladas aventuras. Como la
vez que un día de lluvia el sol se apagó de repente, pero él general sapo montó
a su huachinango alado y volvió a encender su llama con la colilla de un
cigarro. O la vez que la luna se acercó tanto a contemplar su reflejo en el
estanque, que por poco se ahoga entre sus aguas, pero él supo sacarla de su
apuro con una red para pescar y su inseparable ramita.
Pero sin duda, la historia que más
le solicitaban, sobre todos los niños, fue la vez el supremo creador se quedó
sin ideas y acudió al general, para que él lo iluminara con su increíble
creatividad, y así fue que nacieron los pájaros de colores, las distintas
plantas exóticas, las montañas verdes y heladas, el cielo rojo al atardecer,
las estrellas fugaces, el agua de las cascadas, el silencio de la muerte y el
rehilete central de la plaza del pueblo, que oportunamente nos avisa cuando el
viento ha cambiado de dirección.
El general era toda una celebridad,
pese a que nadie creyera que fuesen verdad ninguna de sus fantásticas
historias, salvo él, quién todas las noches volvía a su navío de papel, a
contar las estrellas que el supremo creador le regalase como pago por sus
servicios prestados, mientras le echa un ojo al calendario, en espera de la
próxima luna llena, para satisfacer sus ganas de mugir y mugir por los
alrededores, y comer pastura y flores.
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