Lo
supe desde el primer momento en que te vi; tan altiva y soberbia, tan lejana y
brillante. Sabía que terminaría enredándome contigo, ya fueras tú quien viniera
a acurrucarse entre mis garras, o fuera yo quien subiera a ronronear entre tus piernas.
Sólo es cuestión de tiempo, yo aún
tengo mis siete vidas intactas, y estoy dispuesto a apostar ocho de ellas por
alcanzarte. Como verás, las matemáticas no son mi fuerte, pero la paciencia sí,
y tengo un costal lleno de ella.
Dicen los necios que eres de queso.
¡Qué absurdo! Ya te imagino mordisqueada por miserables ratones, o
derritiéndote en primavera, o sobre una pizza italiana.
Dicen los sabios que eres de piedra, aún más ridículo, como
decir que los sueños no son de algodón, o que la tierra no tiene un corazón,
cuando de buena fuente sé que tiene dos; uno latiendo en mi pecho, y el otro
aguardado por mí, justo en tu interior.
Yo sé que ni de queso, ni de piedra, ni nada de eso, porque
desde que te vi, supe que sólo podías estar hecha de un blanco, majestuoso,
suave y esponjoso estambre.
Nos quedó precioso. =)
ResponderEliminarJajaja, modestia aparte, sí.
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