Tal
vez no te acuerdes de mí, pese a que he estado a tu lado desde que aún dormías
en el vientre de tu madre, e incluso antes.
Jamás me alejé de ustedes, ni de nadie.
Es normal que tengas miedo, o que
sientas como si un viento congelante paralizara tus extremidades, o una
opresión en el pecho te estuviera robando el aire.
Pero recuerda que no soy yo quien te está ocasionando todo
esto. De hecho, la responsable siempre ha sido, y siempre será la existencia.
Sé que no me esperabas aún, nadie lo
hace, aunque de alguna manera supieras que yo estaba por ahí, o a la vuelta de
la esquina.
La verdad es que yo nunca te he soltado, ni te soltaré la
mano.
No obstante, tú siempre has actuado como si yo no
existiera. Por cierto, apaga tu cigarrillo, que el humo empieza a molestarme.
Bien sabes que mi presencia aquí
significa que no irás a tu junta de mañana, ni podrás asistir a la boda de tu
hija la semana que entra, ni tendrás un nuevo amanecer para reconciliarte con
tu esposa.
Ya ves, así es la vida; naces, vives, amas, mientes, y
luego, cuando crees que lo has visto todo, o incluso antes, llego yo. Y
entonces actúas como si no me conocieras.
Pero no me importa nada de eso, ni
tu dinero, poder, raza, sexo, nacionalidad, credo, preferencia política, equipo
favorito, canción predilecta, o si alguien llorará o brindará por tu memoria, o
maldecirá mi nombre.
Sólo me importa llevarte conmigo, hasta ese sueño eterno;
sin dolor, ni miedo, sin amor, ni alegría, ni cansancio.
Una noche eterna sin estrellas, ni lunas, sin el calor de
tu compañera, ni la monótona rutina absorbiéndolo todo, sólo yo; la nada, el
vacío, y la oscuridad infinita.
Por lo que, si no tienes nada más qué decir, ¿nos vamos?
– ¡Vale pues! ¡Termina la alharaca Mujer! ¡Tanto discurso para
eso! Me lo hubieras dicho desde un inicio, y yo mismo hubiese pagado el taxi y
el cuarto.
Jajaja, muy bien.
ResponderEliminarGracias Cielo.
Eliminar