martes, 17 de abril de 2012

Lunático

Algunos me llaman “lunático”, pero están confundidos. Sé que tengo mis excentricidades, pero lo que pienso que es realmente desquiciado, no es aullarle a la luna llena y bailar bajo sus rayos a media noche, sino mostrarse apáticos ante su influjo, magnetismo y belleza. Eso sí que es demencial. Por otro lado, yo soy inofensivo… bueno, casi.

            Me miran feo porque no soy como ellos; me dejo crecer la barba, el cabello y las uñas, pero sólo un poco, de hecho, sólo lo necesario para aferrarme a mis sueños, y no pasar frío cuando las nubes cubren a la bella Meztli, Selene, Luna, o como quieran llamarle, despojándome de lo único que me mantiene caliente y cuerdo por las noches.

            Desde muy pequeño las cosas han sido de esta manera. Mientras los demás chicos buscaban piedras en el camino, yo contemplaba la luna, en espera de que ella me resolviera mis dudas, me enseñara la senda correcta, y algún día me llevara a su lado, para perdernos en la inmensa oscuridad, y ver el amanecer de un nuevo mañana desde su superficie, o quizás el brillo azul de una “Tierra llena”.

            Pero ese tiempo ya pasó. Ahora sé que no importa cuánto le aúlle o le baile, nada hará que la luna baje, o algo me eleve hasta donde se encuentra ella. Pero esto no significa que haya renunciado a su amor, simplemente he encontrado algunos paliativos, mientras doy con el modo de hacer mis sueños realidad.

            Desde hace algunos meses, me he limitado a recolectar lunas y guardarlas en mi armario. Sé que puede sonar algo “loco”, pero prefiero que piensen eso, antes de arriesgarme a que sepan la verdad. No creo que todos entiendan, y si se los cuento a ustedes es porque son de confianza…

            Resulta que por accidente descubrí que todos guardamos una luna en nuestro interior, no hablo del yin, ni estoy usando una metáfora. Hablo de una luna tangible, sólida y ósea, que refleja el brillo de mi amor, aunque con ciertas deficiencias. Lo difícil es extraerla, pero con una buena segueta, un cuchillo filoso, mucho algodón para absorber la sangre, que es bastante, y un poco de paciencia, todo es posible. En poco menos de un año me he hecho de doce, y cada luna llena recolecto una más, que limpio y pulo hasta que brilla como la original.

La buena noticia es que hoy la noche se ilumina con la belleza de mi amada, y para mañana tendré una luna nueva en mi armario. La mala es que aún no sé a quién de ustedes habré de escoger para unirse a mi colección.   

           

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